Estupor y perplejidad

Parecería que –cruzo los dedos y toco madera– ETA podría dejar las amas.  De sopotocientas reacciones, hay quienes exigen pida perdón por los 829 asesinatos perpetrados en 42 años. Me malicio sean los mismos que se niegan, en absoluto, a reconocer víctimas del colonialismo castellano o del franquismo.

El cariz de la agresión a América trajo la hecatombe demográfica; la población nativa de las áreas centrales –ámbito azteca e incaico- se redujo al 10% inicial en un siglo, no por defunción (todos los originarios eran, por supuesto, mortales) sino porque las mujeres no quisieron reponer los óbitos pariendo, para no traer criaturas al dantesco averno que devino el 10% del Nuevo Continente ocupado por los occidentales. Para poner a valer, como dicen ellos, las colonias se consumó otra canallada, la trata de esclavos africanos. Inmolados que sumarían, respectivamente, setenta y cien millones de personas.

No hay aún, tras setenta años, estudios fiables sobre exterminados por los franquistas, pero, como mínimo, triplicaron las 50 000 víctimas de los republicanos. Más cuarenta años de niebla y terror.

El 3 de enero Gregorio Peces-Barba -político, jurista, catedrático y uno de los siete padres de la Constitución (misógina pues fue alumbrada sin mujer alguna)- publicó en El País un balance del año. El inicio me dejó buen sabor de boca al enfatizar los beneficios del señor Fabra que se ha librado de la cárcel –faltaría plus– no por inocente sino por méritos de sus abogados logrando la prescripción de sus desmanes. Luego lamenta ocurrencias del peculiar alcalde de Valladolid y, concluye de ‘La victoria del señor Mas’, debe entender que Cataluña además de tener “rasgos propios como una nación cultural […] sabe también que sólo hay una nación soberana que es España, que es además el poder constituyente del que procede todo”.

Me pasma tanta certeza. Cuando, viajando por América Latina, me preguntan de dónde soy (uso un castellano de laboratorio, que no genuino y sin acento comarcal), respondo con un venezolanismo, “Digamos que cargo pasaporte español para no entrar en detalles” y si me los piden, respondo que me encantaría no tenerlo. No me considero de un lugar concreto y como “Martín H” sostengo que mi patria es donde están mis amigos y los tengo regados por medio mundo. Todo el cuento porque nación y su corolario nacionalismo me producen urticaria, ni que sea por las atrocidades que se han cometido en su nombre en los últimos 200 años.

De aceptar que, la RAE dixit, nación es un sujeto político o entidad jurídica formada por el conjunto de los habitantes de un país regido por el mismo gobierno, en este tiempo de globalización afrontamos una doble dificultad, por una parte es cada vez mayor el número de inmigrantes, las más de las veces con disparidades culturales que llegan a ser colosales, por otra parte diría que ya nadie puede negar que a demasiados niveles no administran nuestros mandos ni se imponen nuestros ministros o parlamentarios, sino oscuros y fantasmagóricos intereses foráneos, sin importarles lo más mínimo nuestros afanes, necesidades o deseos.

N.B. Por añadidura no tengo nada que ver, ni quiero tenerlo con miles de gentes que, para entendernos, comulgan con el prepotente señor Aznar o asisten a las grotescas payasadas que organizan los obispos y sus rapavelas


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